La pintura no necesita de la palabra
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El artista plástico nos recibió en su taller de Villa Crespo, “Tanta Tinta”, que año a año convoca a un creciente número de aspirantes a dominar el arte de la acuarela contemporánea. Bajo la atenta mirada de Tinta, su inseparable mascota, Vladimir Merchensky Arias dialogó con nosotros sobre su obra, su trabajo docente y sus expectativas sobre el futuro de la acuarela en Buenos Aires.
Apesar de su innegable juventud, Vladimir Merchensky Arias lleva más de 20 años de producción profesional y artística. Su labor comprende la pintura, la docencia, la ilustración y el diseño gráfico. Multifacético, también incursionó en el bandoneón y en la poesía. En diciembre, el Centro Cultural Recoleta exhibirá una nueva muestra de su obra como acuarelista.
Actualmente Merchensky Arias encabeza uno de los raros –por escasos- talleres de acuarela que se realizan en Buenos Aires, donde guía el trabajo de adultos y niños de diversas edades. En su experiencia, la enseñanza es indisociable de su quehacer artístico: “Creo que puedo decir soy artista a partir de mi trabajo docente”, señala.
Quiero que la acuarela se ponga de moda
La letra partida: En uno de tus artículos vos decís que el sistema educativo nos enseña el miedo a estar equivocados. ¿Cómo se traduce esa idea en el trabajo que hacés en tus talleres?
Vladimir Merchensky: Si, no es una idea mía, sino de Ken Robinson, que desde hace muchísimo tiempo se ocupa de poner en evidencia la crisis del sistema educativo tradicional. Una cosa maravillosa que tiene la acuarela después de cierto tiempo es que uno aprende con el chorreado, con el accidente. Siempre les digo a mis alumnos que dejen de tener miedo a que se caiga una gotita. Siempre cuento la anécdota que una vez me acababa de llegar un soporte que es muy caro, que se usa mucho para hacer obras grandes. Con tanta mala leche, que en la pasión se me cae el tarro de tinta. Pero no cualquier tinta: ¡tinta negra! que era imposible de mover. Y dije, “bueno, voy a lidiar con esto”, y me puse a pintar todo alrededor del manchón. Quedó un cuadro muy bueno, se vendió al toque.
LLP: O sea que trabajás con el accidente…
VM: Es un accidente y uno aprende a incluirlo.
LLP: ¿Cómo describirías el tipo de acuarela que realizás?
VM: Trabajo con una paleta muy saturada. Pero, ¿por qué llevo la acuarela a una saturación tan alta? Primero porque descubrí que puedo subir la saturación sin dañar la transparencia, sumando las tintas… y eso cada vez que puedo se lo transmito a los alumnos. Lo que pasa es que ahora es muy caro trabajar con tintas en Argentina, porque ni se importan. Y lo segundo, en la acuarela tradicional una de las desaturaciones que menos se hizo es la desaturacion a negro, ¿Qué es desaturar? Es quitarle pureza a un color, ¿viste el círculo cromático típico? Ese círculo te muestra los colores cuando están puros, y hay cuatro maneras de quitarle pureza: llevarlos a blanco, a negro, a gris o a su complementario. Por ejemplo, al rojo meterle verde; al azul, naranja y viceversa. Se generan unos grises muy calidos, que empezaron a usarse a partir de 1850, cuando se hicieron ciertos adelantos ópticos que devinieron en una química de color muy interesante. Justo con esa herencia, justo por esa bisagra que se generó partir de esos descubrimientos, el impresionismo eliminó el negro de sus sombras. Decían: la sombra no se hace más con negro, se hace o con el complementario, o con grises, o con tierras… o sea por ejemplo pintaban una manzana y le ponían sombra de verde mezclada con rojo. Quitarle todo el negro es quitar profundidad, y hoy la imagen que generamos compite con la fotografía, que tiene un espectro cromático mucho más amplio que el de la acuarela tradicional. Entonces ¿cómo hago para generar una imagen que compita en un cartel publicitario, o en una tapa de un libro o en una tapa de un disco? Tengo que ampliar mi espectro cromático, y ahí es donde yo sumo el negro… Por eso siempre que me preguntan qué tipo de acuarela hago, de qué temáticas, yo no sé exactamente: por momentos hago abstracciones cromáticas, por momentos paisajes naif. Tengo series de tango, tarots imaginarios, series de animales. A veces me pongo más o menos figurativo, más o menos naturalista, nunca voy a estar del todo en el realismo, eso ya lo sé, no me interesa. Pero sí me interesa decir que más allá de la temática, yo me preocupo por cuestiones que tienen que ver con percepción visual.
LLP: Haciendo una revisión de tu trayectoria, uno ve que desde muy joven te desempeñaste como docente, y que siempre que hablás de tu trabajo como pintor, referís a tu experiencia en la enseñanza.
VM: Es que en realidad la actitud docente me alimenta muchísimo el trabajo artístico. Creo que puedo decir soy artista a partir de mi trabajo docente, antes podía decir que era un ilustrador. Darme el permiso para habitar el arte apareció a partir de poder compartirlo. Quiero que todos puedan ver que esto es mucho más fácil de lo que parece, al punto de que, con buenos materiales, la acuarela es casi un trabajo de autodidacta. Es un trabajo que se conoce más desde un lugar háptico, desde un lugar kinestésico. La mano aprende y no necesitas tanto el intelecto. Creo que es un rol social muy importante el ser docente.
LLP: Entonces, ese aspecto de tu trabajo también es una toma de posición, de cumplimiento de un rol social...
VM: Si… y sobre todo el artista docente, el que habilita al otro a ser artista. Si solo seduzco con mi imagen estoy haciendo un trabajo narcisista. En cambio, es distintos si vos decís “qué lindo lo que hacés” y yo te digo “vos también lo podés hacer”, y te doy mi palabra de que lo podés hacer. Cuando viene alguien y me dice “quiero pintar como vos” o “quiero pintar como tal”, yo le digo “maravilloso, no te preocupes que con constancia llegás”. Pero además mi trabajo docente nunca va a ser bajar línea sobre cómo se hace, mi trabajo docente bien entendido es -y esto es fundamental- que el alumno aprenda a creer en lo que está haciendo, porque yo ya creo en esa capacidad. Esto es fundamental. Todos traemos un conocimiento y lo compartimos
LLP: ¿Cómo trabajás en las clases?
VM: Se trata de invocar dos imágenes. Te doy un ejemplo: doy clases en un geriátrico, y a veces los viejitos me dicen “yo no sé hacer esto”. Les digo, “no te preocupes, solo te pido que pintes, no importa qué”. Con que apoyen el pincel en el papel ya me alcanza, y entonces a partir de ahí activan y después de ahí te puedo asegurar que te dicen “mirá que lindo que está quedando”, u otros le dicen “che, qué bueno eso”, y se ponen como locos, imagínate. Ahí, como docente, uno invoca esa imagen en la que alguna vez te imaginaste pintando una acuarela, una imagen furtiva, como una añoranza de ese placer que te iba a generar estar pintando, y no pensar tanto en el resultado, sino más bien en el proceso. Y la otra actividad que hay que invocar es la del niño. A mi sobrina le abro una caja con un motón de colores de acuarelas, pinceles, y nunca me va a preguntar cómo se usa, jamás. Ni ella ni ningún nene. Agarra el pincel y se pone a laburar, y se equivocan y se manchan, y por ahí rompen el pincel. Prefiero eso a que me digan “no sé hacer nada”. Por supuesto nadie dice que sea fácil pintar, lo que digo es que se pongan a hacerlo.
LLP: Por lo que decís, es como si el quehacer artístico permitiera recuperar algo.
VM: Sí, uno se empieza a dar todos los permisos posibles. Es hacer, no importa que, después vemos cómo. Después empezamos a hilvanar, vemos que haya diálogo morfológico, dialogo con el afuera, cómo generar profundidad. Primero tiene que aparecer la pregunta para que te pueda dar una respuesta. El ser humano es artista, nosotros tenemos capacidad para hacer música, por lo menos percutida. Tenemos capacidad para actuar, de hecho actuamos todo el tiempo. Y para pintar, dibujar, para hacer cine… para todas las artes. Después hay una cuestión que tiene que ver con un mercado que cobra un derecho de piso, con determinadas coyunturas económicas, con el interés del galerista, del negocio, del establishment.
LLP: ¿Necesita ser defendida la acuarela?
VM: En este momento todavía sí.
LLP: ¿Por qué?
VM: No necesita ser defendida si uno muestra algunos trabajos, como el de Xul Solar, nadie duda de que eso es precioso, en todo punto. Pero si se cree que esas son como situaciones particulares, como individualidades, entonces no, eso no es la acuarela. Falta actitud profesional en el mismo el comerciante que te vende el material para pintar, las acuarelas, el papel. Hay muy pocos docentes de acuarela, y sobre todo de acuarela contemporánea. De la acuarela tradicional, la del paisaje inglés, hay quizá un poco mas, pero la acuarela que te habilita a trabajar cualquier rango, cualquier carácter ilustrativo, cualquier carácter plástico… Y, hay pocos.
LLP: ¿Qué huellas te gustaría dejar en el mundo? ¿Cuál es tu “ambición”, por así decirlo?
VM: Quiero que la acuarela se ponga de moda, de eso no tengo ninguna duda, que vuelva a estar en primerísimo primer plano. No sé si será en la acuarela argentina, pero por lo menos en la acuarela porteña. Me gustaría llevar adelante una escuela superior de acuarela, porque ahí hay un mercado, una salida laboral, hay un montón de publicaciones que necesitan buenos ilustradores y la acuarela tiene un tremendo carácter expresivo.