Aunque pueda parecer una boutade vale hacer esta panoplia: la levitación cándida de Chagall, unos trazos inmoderados de herencia picassiana, una pizca de la caricatura cínica de Toulouse-Lautrec y el bastión de deformidades de la estética Burtoniana son los condimentos que Malena se atreve a reversionar con una soltura desfachatada.
En una de sus notas de prensa García Márquez distinguía: "tampoco a los niños les gusta la fantasía; lo que les gusta, por supuesto, es la imaginación; la diferencia que hay entre una y la otra es la misma que hay entre un ser humano y el muñeco de un ventrílocuo". Esta cita nos ayuda a interpretar con más cuidado el universo estético propuesto por Mare; un lugar psíquico desconocido, una quimera, una "otra escena" que aunque pueda parecer de origen onírico, extiende sus raíces en emociones cotidianas, del modo exacto en que dibujan los niños antes de que los contamine nuestro sistema educativo. En un naif muy masticado, ella propone esta rapsodia hilarante.
¿Cuántos de nosotros nos damos auténtico permiso para jugar sin miedo al juicio? Quitarnos la hoja de parra del racionalismo es sólo el primer paso. A quien crea que este tipo de dibujo es sencillo, lo instamos a que lo intente. Adquirir la libertad para ese trazo ajeno a la mente requiere una presencia y una desenvoltura insistentes. ¿Y cuál es su valor?; será ya más psicológico que estético. En este tipo de discurso visual hay un destello ajeno a toda forma de dominio del “pensamiento consciente” que nos puede revelar, si sabemos leerlo, un sentimiento íntimo desconocido, una huella escondida, una delgada fisura por donde dialogar con nuestra sombra reprimida.
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Aquí una selección de su obra reciente: