Texto curatorial para Anchahua Huamaní y Mendoza Torres Ayvar
La piel desnuda del grafito
El reconocido teórico del arte Julio Payró decía que nuestra pintura moderna bascula intermitente sobre tres ejes: por un lado, el principio de autoridad y organización; por otro el individualismo y la aspiración a la independencia; y por otra parte, la noción de igualdad. La academia defensora de vanguardias supo descuidar y perder de vista esa tercer columna no por simple negligencia, sino en su afán de responder a la 'necesidad de espectacularización' que rige el mercado del arte. En cambio, la humildad profesional y la observación aguda de nuestros maestros Anchahua Huamaní y Mendoza Torres Ayvar les otorgan la potencia para habitar aquella noción elaborando un argumento positivo, material y terreno, de una verdad serena que retrata y adumbra la vida misma de todas las cosas.
Cualquier adjetivación ornamentaría innecesariamente sus argumentos. El verismo heredado de los paisajistas de Barbizon y las figuras proletarias y agrestes del viejo Courbet les enseñaron a prescindir de universalismos fastuosos, del torpor de la épica o las idealizaciones romances. Anchahua Huamaní y Mendoza Torres Ayvar conocen que hay un momento para la labranza donde el grafito y el pincel trazan surcos sobre la tierra midiendo la profundidad que ayude a la siembra y la cosecha. El término mismo 'labrar' proviene de 'laborāre' que es trabajar, esencia constitutiva de aquella prosaica espiritualidad del labriego que estos maestros del dibujo evocan. Gracias a su mirada podemos ser testigos silenciosos de ese vigor sencillo ajeno a la retórica. La línea concluye su narrativa fina y se detiene. ¿Para qué decir más?