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Cómo elegir papel de acuarela

por Vladimir Merchensky

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El sentido común nos dice que un block de papel de buen gramaje cuya cubierta contenga la leyenda “papel para acuarela” debería ser suficiente para el aprendizaje, pero la realidad es otra. Las diversas líneas de papel económico –que las artísticas insisten en ofrecer como papel apto para el estudio de la acuarela– suelen ser de una calidad limitante[1]. Sin llegar a exigir una línea profesional, la experiencia docente recomienda el uso de un papel de mayor calidad para los primeros tiempos de práctica, y de esa manera permitir la verificación de todo el abanico expresivo.

Además, recomendamos un criterio de elección con prioridad en el apresto por sobre el gramaje (que da una noción aproximada de grosor), y considerar además, la fibra que lo constituye y el tipo de prensado. Si bien el grosor de un papel permite que al empaparse de agua se ondule un poco menos, existen papeles de muy bajo gramaje que son excelentes para el estudio de la técnica (por ejemplo, Guarro verjurado Ingres, de 115 gramos, con un apresto muy digno).

Pero dicho todo esto, también debemos reconocer que las limitaciones de un medio pueden resultar favorables para determinadas expresiones y lenguajes, por lo que nada reemplaza la práctica que cada estudiante deberá experimentar hasta encontrar el papel que se acomode mejor a su gusto.

¿Qué implica cada uno de estos aspectos?

  • El apresto optimiza la absorción. Esta ‘piel’ ayuda a la conservación del papel y mejora por sobre todo su respuesta ante el agua[2]. Si el apresto es de mala calidad, el papel absorbe demasiado, rompe contornos y seca muy rápido, o por el contrario quita anclaje al gesto por estar impermeabilizado en demasía. El encolado en masa, por su parte, mejora la resistencia y mecánica del papel, permitiendo que responda mejor cuando se empapa de agua y dilata, o cuando se aplican pinceladas enérgicas o insistentes.

  • La fibra del papel puede ser pura o mezcla de celulosa genérica, alfa-celulosa, algodón, lino, esparto, cáñamo, sisal, yute, etc. Las fibras largas son más codiciadas y muchas de ellas escasean en la actualidad. El papel cien por ciento algodón garantiza calidad profesional[3] en casi todas las marcas, porque al tratarse de una fibra suntuosa, la industria se ocupa de sumarle valor agregado otorgándole un encolado en masa y en superficie, ambos muy satisfactorios.

  • El prensado define el grado de rugosidad de la superficie, que puede ser de grano grueso (torchon), de grano medio, de grano fino, o de acabado satinado (prensado en caliente). El grano medio se considera ideal para principiantes[4].

Qué cara usar primero?

Aunque a veces tenga apresto de un solo lado, un papel profesional permite un trabajo óptimo en ambas caras, pero el frente se distingue por un martillado de poros asimétricos y desordenados, en lugar del dorso liso o de textura regular.

El algodón también es celulosa

Aunque el mercado de papel acostumbra a distinguir de manera resumida entre la celulosa y el algodón, es bueno aclarar que el algodón también es celulosa, por ser parta del reino vegetal de este planeta. La nomenclatura “celulosa” se refiere entonces a una pasta genérica a base de madera u otras fibras vegetales de menor valía en la industria.

Marcas comerciales

Guarro (España), Arches (Francia, 1492), Hahnemühle (Alemania, 1584), Canson (Francia, 1557), Windsor&Newton (UK), Fabriano (Italia, 1276) y Cartiera Magnani (Italia, 1404) son las que comercializan papel profesional en el mercado local. Schoeller Parole (Alemania), Whatman (UK), Grumbacher (EEUU), RWS (EEUU) y Sennelier (Francia) son marcas quizá vistas, pero no en su línea profesional.

De fabricación más artesanal, destaca la calidad del papel para acuarela 100% algodón de Papelera Don Bosco (en Nuevo Chimbote, Perú) y en la industria local el papel de Molino Aguada (en San Javier, Córdoba).

[1]     Es necesario aclarar que ciertos detalles de este apunte han sido redactados con el objeto de dar información a los estudiantes de acuarela que residen en Argentina –y otros países de economías poco competitivas–, donde se dificulta el acceso a materiales de calidad, y donde a su vez, es más notoria la desinformación del gremio dedicado a la venta de insumos.

[2]     El apresto o estucado es una película superficial aislante, imperceptible a la vista, compuesta por una o varias capas de diversos materiales (de origen natural o sintético, puede contener laca, plastificante, arcilla, sellador, cola o gelatina según el uso) que, en el caso del papel profesional para acuarela, tradicionalmente contiene gelatina animal, caseína, almidón y resina de pino (la industria usa actualmente polivinil alcohólico), y gracias a esto conserva el PH de su fibra, optimiza su respuesta ante el agua o pigmento y evita el deterioro de las orillas. Como conservante, posterga la acción de agentes externos propios del medio ambiente que con el tiempo incrementaría el índice de acidez en el PH de la fibra (un papel ácido perjudica la pintura). Pero lo más importante para el acuarelista es saber que este encolado optimiza la absorción de su superficie y da nitidez, uniformidad y delicadeza a la aplicación de color; esa menor permeabilidad a los líquidos es la que permite ductilidad en el manejo de la acuarela y la tinta, permitiendo encharcados, correcciones, aplicación de sucesivas capas, etc. Si hay poca cola de superficie, el papel absorbe más, dificulta correcciones, revienta contornos y seca más rápido, pero si hay un exceso de encolado superficial, la superficie parece impermeable y el pigmento patina y se escurre sin anclaje. Es justamente esa película la que se daña cuando el principiante, queriendo corregir un exceso de color o de agua, insiste en restregar y remover con el pincel. En general, la pincelada mecánica y reiterativa perjudica la acuarela; además de perder frescura y transparencia en las mezclas, se daña el soporte –quedando la fibra expuesta, casi como un papel secante–, que absorbe y expande el agua de modo irregular y hace imposible el agregado de contornos y detalles precisos.

[3]     Además de la fibra, durante el proceso de fabricación del papel se agregan sustancias denominadas cargas (caolín, talco, carbonatos) y encolados (resinas, colas animales, almidón) que modifican su calidad, flexibilidad, durabilidad, resistencia, absorción, etc. El papel de mayor calidad, hecho artesanalmente de trapos de algodón, no contiene caolín ni aditivos blanqueadores por lo que permite un color intenso, sin disminuir su saturación; el papel de celulosa genérica, en cambio, suele llevar más cargas que perjudican la pigmentación o poder de tinción de la acuarela y dan por resultado una paleta lavada de colores pastel. En otras palabras, se elige el papel no sólo por su fibra, sino por su pureza, que permite un espectro de color más estricto, amplio y saturado.

[4]     Esta parte del proceso de fabricación del papel, anterior al secado, define la resistencia y el grado de textura de su superficie; el prensado en caliente (HP) genera una extensión lisa mientras que el prensado en frío deja una superficie rugosa. En general, el papel de grano fino, prensado en caliente, es preferible para ilustración; corre más, seca rápido, facilita el lifting (la remoción de material) y da resultados nítidos porque permite detalles precisos y colores luminosos, pero genera cortes por un secado desparejo, no es muy absorbente, es fácil que la mezcla de colores se ensucie, no permite retoque y dificulta el anclaje ya que el color se barre, las veladuras erosionan las capas inferiores y los lavados se suavizan perdiendo detalle. Cuanto más grueso es el grano, el papel acumula mejor el agua demorando el secado –ideal para sesiones largas–, el color pierde un poco de brillo y es difícil corregir, pero mejora el aspecto del trabajo por veladuras, el gesto rústico (frotis) y las pinceladas irregulares de mayor audacia. Todas estas características pueden ser ventajosas o inconvenientes según la expresión que se busque.